Arantxa y Danae, "las metaleras" de la OSIM
“Justamente cuando tocamos en Bellas Artes, ahí fue cuando dije: me quiero dedicar a esto [...] Porque es algo que me llena, que me gusta, que me apasiona, lo disfruto”, declara Arantxa Jiménez, trombonista de la OSIM

Desde un flechazo musical hasta un amor que se fue forjando con el tiempo, así fue el encuentro de las metaleras de la OSIM con sus instrumentos. Dania Danae Ortíz Ramírez, en el corno francés, y Arantxa Jiménez Antolin, en el trombón, no solo destacan por su talento, sino también por ser las únicas mujeres que hacen vibrar la sección de viento-metales de esta orquesta de selección nacional.
Para Arantxa, con el trombón, fue amor a primera vista... Su mamá, flautista de profesión, la llevó junto con sus hermanas a conocer los instrumentos de una orquesta para que eligieran el que quisieran aprender. Arantxa fue probando: flautas, oboes, trompetas... pero en cuanto vio el trombón, supo que ese era el bueno. Había un pequeño detalle: tenía solo siete años, y el trombón le quedaba, digamos, un poco grande. No alcanzaba todas las posiciones con el brazo y hasta tenía que subirse a un escalón para poder tocarlo. Pero ni eso la detuvo. El instrumento era suyo, y así comenzó su historia musical, entre estirones de brazo y mucha, mucha determinación.
La historia de Danae con el corno francés fue más bien un “amor por insistencia”. Ella no lo eligió, sino su papá —cornista profesional— quien le propuso, una y otra vez, que le diera una oportunidad al instrumento. Y aunque al principio no fue fácil porque el corno exige una gran capacidad pulmonar que ella, a los 12 años, aún no desarrollaba, y porque le dejaba adolorida la pierna al recargarlo para tocar, pero poco a poco le fue encontrando el gusto. Su papá también puso de su parte: le mostraba escenas de películas y series donde el corno brillaba en la música, y eso le ayudó a entender su belleza. Y cuando escuchó por primera vez cómo sonaba toda la sección de metales ensamblada, terminó de convencerse: ese instrumento era para ella.
Aunque nadie les dijo abiertamente "ese instrumento es para varones", Arantxa y Danae sí notaron que ser mujer en la sección de metales no era precisamente común. Arantxa lo vivió desde pequeña: cuando acompañaba a su mamá quien tocaba y dirigía la Orquesta Filarmónica Infantil y Juvenil Tratados de Teloyucan, solía ser la única niña con trombón en mano. Las preguntas no faltaban: “¿Por qué ese instrumento?” —y ella, sin rodeos, respondía— “porque me gusta”. Por su parte, Danae ha reflexionado sobre cómo persiste una forma sutil de asociar los instrumentos de metal con lo masculino. Mientras que en las secciones de cuerdas es común que las y los músicos nombren a sus instrumentos con nombres tanto femeninos como masculinos, en los metales predominan los nombres de varón: “Entonces ya desde ahí, nada más debido al aspecto estético, es como los vamos clasificando: este es para hombres, este es para mujeres”, comenta, señalando cómo esta división simbólica se cuela incluso en decisiones aparentemente inocentes. Aún con estas ideas flotando en el ambiente, tanto ella como Arantxa se abrieron paso como músicas de viento-metal, desafiando normas no escritas y sumándose con fuerza al sonido potente de su sección.
A lo largo de sus años en OSIM, ambas han encontrado un espacio en el que se sienten valoradas y bienvenidas. Danae habla con cariño de sus compañeros: “Ellos me han acogido como si yo fuera una hermana para ellos, y han hecho que mi experiencia estando aquí, siendo yo la única mujer, sea muy cómoda”. Tanto profesores como tutores han contribuido a que ese entorno se mantenga respetuoso y abierto, dejando claro que el sonido no tiene género, pero sí comunidad.
Es ese ambiente de respeto y camaradería que han encontrado en la OSIM. Danae y Arantxa no solo han crecido como músicas, sino también como personas. La convivencia con compañeras y compañeros de distintos estados, con costumbres, acentos y formas de ver el mundo tan diversas, les ha abierto horizontes y les ha permitido crear amistades que trascienden el tiempo del campamento. Algunas de esas amistades se han reencontrado en ediciones posteriores; otras, con suerte, volverán a cruzarse en futuros escenarios.
Además, la experiencia en la OSIM les ha permitido asomarse a una perspectiva más realista de lo que implica ser músicas profesionales: desde los seccionales hasta los ensayos intensivos y la emoción de los conciertos en la gira nacional. Todo eso les ha servido para tomar decisiones sobre su futuro. En el caso de Arantxa, fue durante el concierto de cierre de su primer campamento OSIM en el 2024 cuando lo tuvo claro: “Justamente cuando tocamos en Bellas Artes, ahí fue cuando dije: me quiero dedicar a esto [...] Porque es algo que me llena, que me gusta, que me apasiona, lo disfruto”.
Danae, por su parte, ha decidido tomar otro rumbo. Aunque la música siempre será parte de su vida, ha comenzado a mirar hacia la medicina, con un interés particular en la neurocirugía. De la OSIM no solo se llevan la música, sino también la claridad de saber qué las hace resonar para buscar sus metas y sueños a futuro.
MGTNO