Ayer niña OSIM, hoy una Doctoranda en Biotecnología que toca la flauta hasta en el laboratorio
Ella es Claudia Virginia Dorantes Torres, investigadora de la UNAM, quien con orgullo reconoce pertenecer a esta hermandad musical
A los 9 años se divertía con el sonido de su flauta; jugaba con escalas y secuencias musicales; con patrones rítmicos y melódicos en los ensayos de una pequeña orquesta de su natal, Cuernavaca, Morelos; a los 14, con más conocimientos y habilidades musicales, trabajó en el perfeccionamiento de su técnica e interpretación; y experimentó nuevos sonidos y formas de socializar durante su estancia en la Orquesta Sinfónica Infantil de México (OSIM) en los años 2001, 2002 y 2006, una experiencia que, en su opinión, es inolvidable por la “estructura” de disciplina y compromiso que fomenta a quienes llegan a integrar sus filas, sin importar el oficio y profesión que actualmente desempeñen.
Actualmente Vicko -como la llaman sus amigos- es una mujer de ciencia, es doctoranda en el Instituto de Biotecnología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Campus Cuernavaca, y trabaja en el desarrollo de un servidor web diseñado para facilitar la identificación, visualización y evaluación de posibles redes funcionales proteína-proteína entre organismos llamado PhyloString.
Elegir entre dedicarse a la música o a la ciencia, fue una decisión difícil de resolver según nos cuenta. “Cuando entré a la OSIM tenía 14 años y además de la música, la química era una de mis materias favoritas en la escuela, pero con el paso del tiempo, mi deseo de dedicarme a la música era más fuerte ¿y cómo no? si desde niña esta me acompañaba. Mi papá es guitarrista y mi abuelo era danzante, tenía una comparsa de Chinelos que se hacía acompañar por diferentes bandas de viento. Tal vez hubiera seguido en la música, pero un accidente en mi infancia que casi destroza una de mis manos, me hizo reconsiderarlo, ya que el movimiento en mi mano no siempre era óptimo para ejecutar la flauta”.
—¿Y hasta cuándo tomaste esa decisión? En 2006, durante mi última selección OSIM. La orquesta cumplía seis años y muchos de la primera generación que por la edad ya no aplicaban fueron invitados a participar en esa gira que culminó en el Auditorio Nacional. Ahí el maestro Sergio Ramírez -entonces director artístico de la OSIM- señaló la disciplina, compromiso y sacrificio que implica convertirse en un músico profesional. Alentó a quienes ya estaban estudiando la Licenciatura; y también le habló a quienes no lo harían. El maestro dijo que de alguna u otra forma, la música seguiría en la vida de cada uno de nosotros, porque este arte siempre requiere de promotores y gestores que la difundan. Yo ya sabía que mis papás no me dejarían venir a estudiar a la Ciudad de México y que la lesión en mi mano seguramente me haría pasar algún contratiempo.
—¿Te deprimiste o sentiste algo de frustración? No, no sentí nada de eso. Sin miedo y sí con mucha ilusión decidí dedicarme a la ciencia porque en ese momento la experiencia adquirida dentro de las giras y campamentos de OSIM ya me había dado algunas herramientas emocionales que hicieron de esta decisión de vida, un proceso amable y lleno de expectativas. Sin duda la tolerancia a la frustración fue otra de las habilidades que aprendí dentro de la OSIM que hasta la fecha he aplicado en mi vida.
Además —apunta— que el maestro Sergio no se equivocó, porque, aunque no toca en alguna orquesta profesional sigue vinculada a esta. “En el laboratorio he constatado que si en la música se conjugan diferentes sonidos y notas que derivan en melodías; en la biología molecular usamos moléculas que al combinarse crean patrones, y estos, al combinarse, crean nuevas vías de regulación genética o una nueva vía bioquímica, revelando así que la música y la ciencia comparten procesos de creación muy similares”.
Hoy, Claudia Dorantes ‘ensaya’ con elementos diferentes. Cambió las notas musicales, por patrones y secuencias moleculares, en un laboratorio de Ciencias Biomédicas, donde el sonido de su flauta la acompaña durante el periodo de incubación de los agentes biológicos que estudia, porque finalmente ella ha comprobado que el arte y ciencia son dos espectros que convergen una misma dimensión.
“En la OSIM no solo se crea música, también experiencias. Se forja la confianza en uno mismo; el respeto y tolerancia por las diferencias; se impulsa el compañerismo y la amistad que termina en una gran hermandad. Durante los campamentos aprendimos a buscar objetivos individuales y colectivos; a organizar y planear tu vida en una maleta, una estructura que te es útil toda la vida”, reconoce la investigadora Claudia, quien además de trabajar en su proyecto tecnológico para obtener el grado de Doctora en Biotecnología, se desempeña como maestra de instrumento en uno de los Semilleros Creativos del Sistema Sonemos de Morelos.
Historias como la de ella se escriben en los campamentos y a través del tiempo, por eso la hermanad entre los ex-OSIM crece y se fortalece año con año.
Si tú tocas un instrumento orquestal, ¿ya viste la Convocatoria OSIM 2024?