En 2008, la OSIM marcó su vida, llegó como violinista, pero aquí decidió estudiar flauta. Hoy retribuye lo aprendido como tutor

Joaquín Mejía, exinstrumentista de la Orquesta Escuela Carlos Chávez comparte su experiencia

Entrada: En 2008, la OSIM marcó su vida, llegó como violinista, pero aquí decidió estudiar flauta. Hoy retribuye lo aprendido como tutor

El flautista Joaquín Mejía Moreno ganó su lugar en la Orquesta Sinfónica Infantil de México (OSIM) por primera vez en 2008, cuando tenía apenas diez años. Llegó como violinista, sin saber exactamente lo que sucedería... y pronto descubrió que ese espacio —la reunión anual de niñas, niños y jóvenes músicos de todo el país organizada por el Sistema Nacional de Fomento Musical (SNFM)— marcaría su vida para siempre. 


Fue durante su tercer campamento que ocurrió un giro decisivo: escuchó tocar a la maestra Julieta Cedillo. La dulzura y potencia de su sonido lo impactaron profundamente. En este momento pensó “Yo quiero estudiar flauta, y quiero estudiar con ella”. Ahí reorientó su camino: dejó el violín y comenzó a formarse como flautista, convencido de que había encontrado su vocación. 


Ese deseo no surgió de la nada. Desde pequeño, Joaquín mostró afinidad por la música. A los tres años acompañaba a su mamá a sus clases y se quedaba embelesado por los sonidos, los cantos, los instrumentos y el piano. A los ocho inició sus estudios de violín, y más adelante, una presentación navideña lo acercó por primera vez a la flauta.

 
Con el paso del tiempo, la OSIM se volvió su brújula. Participó en ocho ediciones consecutivas, donde vivió sus “primeras veces”: primer ensayo orquestal, primer concierto grande, primer encuentro con instrumentos que nunca había visto, como el arpa. También hizo amistades duraderas, vivió travesuras —como meter una planta entera en una cafetera— y se dejó inspirar por su entorno. 


Gracias a esa experiencia, decidió participar en el proceso de selección para ingresar a la Orquesta Escuela Carlos Chávez (OECCh), agrupación artística del SNFM cuyas actividades artísticas y académicas son la columna vertebral de la Licenciatura Instrumentista. Ahí se formó como flautista bajo la guía de la maestra Julieta Cedillo, misma quien años atrás lo había motivado. En 2022 se tituló con mención honorífica, tras un año de preparación rigurosa y presentaciones exigentes. 


Hoy, Joaquín vuelve a la OSIM, pero desde otra trinchera: es tutor de niñas y niños que inician el mismo viaje que él recorrió. “Ser tutor en la OSIM implica una gran responsabilidad. Somos quienes estamos cerca de ellas y ellos, ayudamos a que su experiencia sea significativa, no solo en lo musical, también en lo humano”, explica. “Queremos que este recuerdo los marque para bien, decidan o no seguir en la música”. 


Conoce bien la importancia de las y los tutores, porque él también fue ese niño que llegó con la intención de disfrutar el verano. Ahora busca acompañar con empatía, hacer sentir seguros a los y las participantes, escucharlos, aprender con ellas y ellos. 


Para Joaquín, la OSIM es descubrimiento, diversión y aprendizaje. Invita a las nuevas generaciones a aprovechar todo lo que este campamento ofrece: las enseñanzas de sus maestras y maestros, las amistades que se forjan, el encuentro con otras formas de tocar y pensar la música. 


Y aunque su papel ha cambiado, su vínculo con la OSIM sigue tan fuerte como siempre. Porque si algo le ha enseñado este proyecto, es que la música es un camino colectivo, donde cada generación inspira y apoya a la que sigue. En la OSIM, muchas niñas y niños pueden encontrar su vocación. Joaquín es prueba de ello.  
                                                                                                                                   LARR