“Después de 30 años de tocar el arpa, sigo explorando sus posibilidades sonoras; realmente es un instrumento sin límites”
Afirma Alexander Boldachev, arpista suizo-ruso galardonado en diversas partes del mundo por sus interpretaciones de música de concierto y pop crossover

A los cinco años ya tomaba clases de arpa y piano, razón por la cual Alexander Boldachev —músico nacido en San Petersburgo, Rusia en 1990— pronto descubrió en la versatilidad del arpa el camino que marcaría su carrera. Para él, este instrumento va más allá de su delicado timbre: “es más que el sonido, porque sus posibilidades sonoras hacen del arpa un instrumento sin límites”, que el público podrá constatar este fin de semana durante el concierto de clausura del 2.° Festival Internacional de Arpas, organizado por el Sistema Nacional de Fomento Musical
Alexander no se ha limitado a ser un músico solista o ejecutante del arpa, también es docente, compositor, director y participante activo en favor de las causas humanitarias. En cada faceta, su objetivo ha sido romper con los estereotipos. Con el arpa siempre busca expandir el sonido que reduce al arpa a un instrumento “angelical” o “celestial”, por lo cual su repertorio abarca desde la música clásica hasta el pop crossover, pasando por bandas sonoras de cine y hasta música de videojuegos, siempre buscando expandir los horizontes de lo que el arpa puede ser y significar.
Acercar la música de los videojuegos y del cine a las salas de concierto ha sido para Alexander Boldachev una forma de unir dos pasiones: su amor por estas artes —él mismo se define como un game geek y film geek— y una convicción que dice “no hay diferencia entre música de videojuegos o de películas, porque cualquier tipo o estilo de música, será buena música, si esta conlleva un rigor músical”.
Para él, estas elecciones de repertorio no solo responden a sus gustos personales, sino también a la necesidad de atraer nuevos públicos. “El interés del público ha cambiado”, explica, y por eso considera que su tarea como intérprete es elegir obras que permitan a la audiencia conectar con lo que escuchan. En sus palabras: “mi trabajo ahora es encontrar el camino que incremente el interés de las personas”, y lograr que al finalizar un concierto se lleven energía, inspiración o incluso un nuevo conocimiento.
Esa misma filosofía la aplica en sus clases, ya que Alexander no limita su enseñanza a la música clásica, sino que abre la puerta a lo que cada estudiante desea aprender: melodías de películas, caricaturas, videojuegos o incluso música antigua escandinava. Para él lo esencial no es el género, sino el acercamiento y la dedicación de quien aprende, porque enseñar música —simplemente música— es, en su visión, otra manera de inspirar y tender puentes entre generaciones y culturas.
Esta visión fue la que lo llevó a elegir la obra que presentará en el concierto de clausura del 2.° Festival Internacional de Arpa, junto con las y los integrantes de la Orquesta Escuela Carlos Chávez: “8-bit video game medley es una compilación de temas creados originalmente no para las salas de concierto, sino para ambientar los primeros videojuegos. Llevar estas composiciones al formato orquestal es, para Alexander, un ejercicio de creatividad colectiva, donde cada instrumento —violines, arpas, violonchelos, percusiones y metales— aporta una nueva dimensión sonora a aquellas piezas electrónicas que marcaron a toda una generación.
Para él, interpretar 8-bit video game medley en los conciertos del 4 y 5 de octubre, en el marco del 2.° Festival de Arpa, es también un gesto profundamente personal: compartir con el público un pedazo de su infancia. La música de los videojuegos lo acompañó en sus primeros años y, al transformarla en una experiencia orquestal, busca invitar a la audiencia a un viaje al pasado. Un viaje cargado de recuerdos felices o incluso melancólicos, pero sobre todo de emociones compartidas.
“Porque para eso vamos a un concierto”, explica Alexander. “Nos sentamos a escuchar la música juntos y experimentamos los mismos sentimientos […] Porque el arte une a las personas”. Y esa unión no conoce fronteras: la música conecta a quienes la escuchan más allá de su género, religión o raza, recordándonos que, aunque distintos, compartimos la misma capacidad para emocionarnos y vibrar al unísono.
MGTON