El violonchelo es la voz que me permite revelar quién soy, qué siento y qué sueño: Anna Komusinski de Alba
La joven violonchelista interpretará el Concierto núm. 1 en la menor, op. 33 Camille Saint-Saëns con la Orquesta Escuela Carlos Chávez este 6 y 7 de septiembre de 2025

De raíces mexicano-polacas, Anna komusi?ski de Alba, pasó los primeros diez años de su vida en México, siempre en contacto con la música gracias a sus padres, ambos violonchelistas. Pero el deseo de seguir creciendo y aprender de otros maestros la llevó hasta Europa, donde continuó su formación y comenzó a compartir escenario con aquellas y aquellos músicos que tanto había admirado desde pequeña.
Prácticamente desde que aprendió a caminar, estuvo rodeada de instrumentos: tocó el violín, la viola y hasta el piano, pero fue el violonchelo el que la conquistó de manera definitiva. Ese sonido, ni demasiado agudo ni demasiado grave, se convirtió en el punto de equilibrio perfecto. Como ella misma lo expresa: “Cada instrumento tiene una esencia única, y el chelo tenía aquella esencia que yo estaba buscando, con la que yo encontré que mi espíritu podía conectar”.
Esa conexión es lo que para ella significa hacer música: un acto artístico profundo en el que cada interpretación se vuelve irrepetible. Aunque se trate de la misma obra, cada músico aporta su propia voz, su propio espíritu, su propia esencia. Y para ella, el violonchelo es justamente eso: la voz que le permite revelar quién es, lo que siente y lo que sueña.
Anna ha tenido la oportunidad de presentarse en escenarios de gran prestigio junto a reconocidas orquestas, pero también ha llevado su música a espacios muy distintos, como hospitales o internados para personas con discapacidades mentales. Para ella, estos lugares representan experiencias profundamente significativas, pues le permiten un contacto más directo con quienes la escuchan: “Cuando salgo a un escenario comparto con una audiencia grande, a diferencia de este tipo de escenarios en los que estoy con grupos más pequeños de gente y con ellos es más como conectar, es más íntimo”.
Ser solista a los 13 años fue como alcanzar la cumbre del Monte Everest
Así fue como la joven violonchelista vivió su primer concierto como solista a los 13 años junto a la Orquesta Lublin, de Polonia: llena de emoción y con la sensación de haber alcanzado la cima de su propio Monte Everest. Desde pequeña pasaba horas viendo videos de solistas en grandes escenarios y soñaba con que, algún día, ella también estaría ahí. Ese sueño comenzó a materializarse mucho antes de lo que imaginaba.
Ese contraste, lejos de ser una limitación, se ha convertido en parte de su aprendizaje como intérprete. Anna reconoce que, sin importar el lugar, su propósito siempre es conectar con el público y ofrecer lo mejor de sí misma: “Nosotros los músicos tenemos que estar constantemente adaptándonos a donde estamos tocando para dar lo mejor de nosotros en cualquier tipo de situación”.
Después de siete años de formación y presentaciones en Europa, Anna regresa a México para realizar diversos conciertos en diversos puntos del país. Primero será solista con la Orquesta Escuela Carlos Chávez, en dos conciertos, en los que interpretará el Concierto para violonchelo núm. 1 en la menor, op. 33, obra que, en sus palabras, combina “movimientos muy enérgicos, de carácter fuerte, con movimientos elegantes y tranquilos”. Para ella, no se trata solo de un reto técnico, sino de una oportunidad para transmitir emociones y conectar con una orquesta conformada por jóvenes músicos con los que se siente profundamente identificada.
Pero Anna no se limita únicamente al violonchelo. Su creatividad también se expande hacia las artes visuales, especialmente el dibujo. Entre sus ilustraciones destacan animales fantásticos, aunque confiesa que su verdadera pasión son los dragones. Con la inspiración de la música electrónica —en particular de Phase One—, suele sumergirse en episodios imaginativos donde crea mundos completos y los plasma en papel. De esta manera, el arte para Anna no se reduce a un solo lenguaje, sino que se convierte en un puente que conecta la música, la imaginación y la creación visual.
Hoy, Anna Komunsinski combina el rigor de la formación musical con la libertad de la imaginación, consolidándose como una joven artista que no solo busca brillar en los escenarios, sino también compartir y expandir su visión del arte en todas sus formas.
Volver a México, para ella, significa mucho más que dar conciertos: es reencontrarse con su comunidad, con sus raíces, y también con los sabores de la gastronomía que tanto extrañó en Europa. Entre risas, comparte que lo primero que piensa al regresar son los esquites y los tacos, un recordatorio de que el hogar también se vive a través de los pequeños placeres cotidianos. Además, subraya la importancia de poder transmitir lo aprendido con grandes maestros y directores a las nuevas generaciones: “Entonces, ahora que he trabajado tanto en el conocimiento que tengo ahora, pues es todo un honor estar compartiéndolo con todos los alumnos que están aquí también en crecimiento”.
MGTNO